domingo, 30 de agosto de 2009

Los Propósitos de Dios en Medio de las Tormentas


Los Propósitos de Dios en Medio de las Tormentas

Jesús calma la tempestad
(Marcos 4.35-41)
Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?

Muchas veces nos azotan fuertes tormentas en nuestra vida. Dios lo permite para purificarnos. Cuando estamos en medio de tormentas o adversidades, comienza a salir todo lo que hay en nuestro corazón.

Uno de los propósitos de Dios es acercarnos más a Él. Dios anhela que tengamos una relación íntima con Él. Así Él hará florecer la esperanza y la fe en medio de un mundo indiferente y desilusionado.

Él no quiere que seamos religiosos: Dios quiere que tengamos convicción. Cuando nuestra fe está centrada en la Palabra de Dios, no hay tormenta que nos derribe, pues sabemos y confiamos en que Él es nuestro refugio y la fuente de nuestra fortaleza.

Muchas veces Él nos deja que pasemos por esas tormentas para que aprendamos el secreto de la consolación. Y cuando nosotros, con Su ayuda, podamos manejar las situaciones difíciles que lleguen a nuestra vida, entonces podremos ayudar y consolar a otros que están en pruebas y sufrimientos. Pero solos no podemos.

La tormenta no es para hundirnos; es para santificarnos y que aprendamos la lección que Dios nos está dando a través del dolor. De nosotros depende que obtengamos la victoria.

Tenemos que pelear la batalla de la vida. Dios no quiere que seamos unos fracasados: Él nos hizo para seamos vencedores, no perdedores. Tenemos que ponernos la armadura de Dios, para resistir todos los dardos del enemigo, que sólo vino a matar, a destruir, a atribularnos y a decirnos en la mente que no podemos.

Pero con Cristo, que es nuestra Torre Fuerte, nuestro Consolador, nuestro Guía, nuestro refugio: ¡SI PODEMOS! ¡Él nos dará la victoria y seremos más que vencedores! (Romanos 8:28)

¡A ÉL SEA TODA LA GLORIA Y TODA LA HONRA! AMÉN.

Ramona Montalvo (Moncha) ©

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