viernes, 7 de agosto de 2009

Derribando al Gigante



1 Samuel 17:45-51 (Reina-Valera 1960)

45 Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.46 Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. 47 Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos. 48 Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. 49 Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. 50 Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano. 51 Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron.

Todos en algún momento de nuestras vidas hemos escuchado la historia de David y Goliat. Desde niños nos han contado cómo David siendo tan pequeño en estatura pudo derribar aquel gigante. David no era un soldado, no era un guerrero, era un simple pastor de ovejas. Este pastor llamado David un día fue a llevarles comida a sus hermanos que se encontraban peleando en contra de los filisteos, ejército al cual pertenecía Goliat y se encontró con el ejército de Israel revolucionado y temeroso a causa del gran gigante. Como ya sabemos David le pidió al rey Saúl la oportunidad de pelear con Goliat y hasta escudo y armas le ofreció el rey las cuales David rechazó, utilizando sólo aquello con lo cual él estaba acostumbrado a pelear para salvar a su rebaño; tomó su cayado, cinco piedras y su honda.

David enfrentó a Goliat con autoridad dada por Dios, una autoridad que él sabía que tenía pues él buscaba a solas a su Dios en espíritu y verdad. David le habló al gigante con toda la autoridad dada por Dios. Él no tuvo temor de enfrentar al gigante pues él sabía que el Dios de Israel, Jehová de los ejércitos lo estaba respaldando. David no era un guerrero, pero tenía las estrategias dadas por el Dios de Israel. Fíjense que él no tuvo que acercarse a Goliat para derrumbarlo, él lanzó la piedra la cual se clavó en su frente, con toda la intención de quitarle el balance para que éste cayera al suelo muerto y luego llegar hasta él. De sólo imaginarlo me lo gozo….. ¡Qué estrategia! Una vez el gigante en el suelo, David se acerca, se le para encima y con la misma espada del gigante le corta la cabeza.

Cuando tenemos corazones dispuestos, no importa si tenemos o no la capacidad de hacer lo que tenemos que hacer, porque Dios mira el corazón y te capacita, te da las estrategias y las armas necesarias para hacer lo que tengamos que hacer.

Quizás tienes un gigante que te atemoriza y te amedrenta constantemente. Los gigantes en nuestra vida pueden tener muchos nombres. Ahora, ¿Eres tú miembro del ejército del Dios viviente? Para pelear con tu gigante lo único que necesitas al igual que David, es un corazón dispuesto y confiado en el Dios que te da la victoria, el que te da las estrategias necesarias para quitarle el equilibrio al gigante, tirarlo al piso y así poder cortar su cabeza. Tú tienes el poder de derrotar a tu Goliat. Te invito a que abras tu boca y mires a ese gigante de frente y le digas que tú vienes contra él en el nombre de Jehová, tu Protector Divino.

La guerra de los hijos de Dios contra sus gigantes es una guerra espiritual en la cual nos preparamos con su Palabra, con adoración y teniendo una vida devocional y una relación íntima y personal con él. Ese fue el entrenamiento que tuvo David y fue lo que lo llevó a la victoria. Ponte la armadura de Dios y enfrenta al gigante, dale vueltas a tu honda y lanza tu piedra que en el nombre de Jesús ya está en el suelo. Dios te bendice.

Por: Enid Damaris Zamora ©

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.