miércoles, 23 de septiembre de 2009

¡Regocijaos!


Filipenses 4:4-7 (Reina-Valera 1960)

4 Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: !!Regocijaos! 5 Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. 6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.


Pedirle a una persona que está pasando por un momento de angustia, dolor o aflicción que se sienta "regocijada" es algo que suena incoherente y hasta absurdo. Hay momentos difíciles en la vida en donde sentimos que no hay salida ni remedio posible para la situación que estemos enfrentando en un momento dado. Decirle a una persona que está diagnosticada con cáncer terminal que se sienta alegre es algo que para muchos es inconcebible. Pedirle a un preso que ha sido condenado a una sentencia perpetua que se sienta tranquilo y feliz es algo que suena a locura. Pedirle a una madre que ha perdido a su hijo en un accidente o al cual se le ha arrebatado su vida injustamente que se sienta tranquila y feliz suena ilógico. Pedirle a un adolescente que ha crecido sin el amor de sus padres y ha sido abandonado desde su niñez es algo que suena insólito.


Todas estas situaciones que son reales en nuestras vidas pueden verse ante los ojos humanos como calles sin salidas, como grandes barcos en medio de una gran tormenta en donde el Capitán se ha ido. Sin embargo, todas estas situaciones también pueden ser vistas con nuestros ojos espirituales como maneras de convertirnos en seres más fuertes y en portadores de la Gloria de Dios. Cuando vivimos sabiendo que Cristo es el centro de nuestra vida podemos pasar por situaciones angustiosas, podemos ser perseguidos y heridos y acusados injustamente. Pero, ¿qué hace la diferencia a que podamos estar regocijados en medio de todas estas cosas? El saber que el Dios que nos ama es capaz de darnos la fortaleza y la paz que necesitamos para poder sentirnos regocijados en medio de las pruebas. Podemos sentir regocijo al saber que nuestro Dios es un Dios poderoso que pelea por nosotros y que envió a su Hijo a llevar todas esas pruebas y circunstancias por nosotros en la Cruz del Calvario.


En este pasaje de Filipenses el Señor utiliza al Apóstol Pablo a llevar un mensaje de esperanza, nos alienta a sentirnos regocijados siempre en nuestro Señor y tenga la certeza de saber de que esto sí puede ser posible cuando decretamos y declaramos con nuestra boca que el Señor es nuestra Fortaleza y nuestro Príncipe de paz. El Señor nos hace un llamado a venir ante su presencia y traer todas nuestras peticiones en oración y ruego no importando cuan humanamente imposibles puedan ser. La palabra "rogar" implica algo más allá de pedir, es suplicar, clamar por algo que necesitamos, y cuando clamamos a nuestro Señor y nos humillamos ante él en súplica con corazones agradecidos por lo que aún no hemos visto con nuestro sojos carnales pero sí con los espirituales, él se glorifica y grandes cosas ocurren.


Todas la situaciones difíciles por las que una persona pueda atravesar se pueden hacer menos pesadas, las cargas pueden hacerse ligeras, suaves, livianas si permitimos que Cristo las lleve por nosotros. En lo personal he experimentado situaciones difíciles en donde si las hubiera mirado con mis ojos carnales me hubiera desesperado y no hubiera podido salir adelante. Al dejar que fuera Jesús quien llevara el peso de mis cargas pude sentirme en paz y regocijada aún en medio de las situaciones difíciles y pude ver su mano obrar en cada una de ellas y sobre todo pude sentir y sigo sintiendo su paz; una paz que sobrepasa todo entendimiento. ¿Qué significa esto? Que ante los ojos de una persona que no ha experimentado lo que es descanzar en el Señor es imposible concebir que ante un sufrimiento quizás de una enfermedad terminal como el cáncer pueda estar adorando y agradeciendo al Señor y viviendo en paz aún en medio de su circunstancia.


Si estás pasando por el fuego de la prueba, si el enemigo se ha levantado contra ti y te sientes débil, te invito a que decretes y declares la victoria que ya es tuya en Cristo Jesús. Te invito a que te regocijes en el Dios de tu salvación, a que sientas y vivas su paz en medio de tus circunstancias y a que permitas que él guarde tu corazón y tus pensamientos. ¡Regocíjate en Jesús! Descanza en sus promesas y su misericordia y ponte el manto de alegría sobre tu cabeza por que el que está contigo es más grande y poderoso y te da razones para estar regocijado. Dios te bendice.


Enid Damaris Zamora ©

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