lunes, 21 de septiembre de 2009

Estar Ante Ti

Apocalipsis 4: 1-11 (Reina-Valera 1960)

1 Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas. 2 Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. 3 Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.4 Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. 5 Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios. 6 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. 7 El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando. 8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.9 Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos,10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: 11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.

Juan nos narra en este capítulo de Apocalipsis cómo fue su experiencia a ser trasladado en su espíritu hasta el cielo. Juan tuvo la oportunidad de ver con sus propios ojos a nuestro Rey sentado en su trono y experimentar lo que es estar ante Su presencia adorándole día y noche continuamente. Juan tuvo la oportunidad de estar allí, ante el Cordero.

Nosotros también hemos recibido por Su gracia la oportunidad de entrar ante la presencia de nuestro Rey y adorarlo. El propósito primordial por el cual tú y yo fuimos creados es adorar a Aquel que nos dio la vida.

Cuando pienso en la experiencia de adorar, no encuentro las palabras suficientes para describir que es lo que mi alma, mi ser y mi espíritu experimentan en esos momentos, pues la sensación es tan grande que de sólo imaginar estar frente a él en adoración mi corazón estalla de la emoción. Nuestro Señor es digno de toda gloria, honor, honra y alabanza.

Cuando Jesús murió en la cruz por nosotros, renovó el pacto para con sus hijos y nos dio la libertad y el privilegio, al ser rasgado el velo del Lugar Santísimo, de entrar ante Su presencia libremente y con toda confianza. Nosotros somos más que privilegiados de poder entrar a su Lugar Santísimo en adoración en el momento que lo deseemos y anhelar estar ante su presencia en adoración es algo que debemos de anhelar constantemente.

He experimentado muchos o más bien, todos los beneficios que conlleva adorar a nuestro Señor. Cuando me siento feliz y agradecida de todas las bendiciones que a diario él me da, tengo que adorarle, y lo que siento es algo hermoso en mi ser. Cuando el enemigo se levanta en guerra contra mí, la mejor arma que tengo y que lo destruye al instante es adorar a mi Señor, y el beneficio que adquiero es la paz que sólo mi Dios me puede dar en medio de la adversidad. Cuando se levantan falsos testimonio contra mí o mi casa, cuando falta el alimento diario, cuando hay enfermedad, cuando he perdido a un ser querido, abro mi boca en adoración a mi Señor y puedo ver su gloria descender y cubrirme con sus alas de amor.

Estar ante la presencia de Dios es el privilegio más grande que podamos tener como hijos suyos y el saber que estaremos adorándole continuamente durante toda la eternidad nos lleva a imaginarnos cómo será ese momento cuando le tengamos de frente.

Te invito a que te conviertas en un adorador, a que entres a los atrios con cántico de júbilo y alabanzas a Aquel que te dio la vida. Te invito a que reconozcas tu identidad como hijo de Dios y te posiciones en el lugar que te corresponde y que desde acá en la tierra tu adoración suba como olor fragante ante su presencia. No se trata de cantar lindo o feo, de danzar hermoso o tocar magistralmente un instrumento, se trata de glorificar el Nombre de Jesucristo, el que fue inmolado por ti en la cruz y el cual es digno de toda gloria y honra.

Únete al coro celestial, póstrate delante de su presencia, quítate tu corona delante de él y adórale diciendo, Señor digno eres de gloria, honra y poder. Comienza a ensayar desde ya. El altar está preparado y listo para que te postres y le adores en espíritu y en verdad. Que toda Su creación exalte y adore el nombre de Jesucristo. Dios te bendice.


Juan 4:23-24 (Reina-Valera 1960)
23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.


¡Vive Día a Día en Victoria con Jesús!
Enid Damaris Zamora ©

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