sábado, 19 de septiembre de 2009

Debajo de las Plantas de mis Pies


1 Samuel 17:45 (Reina-Valera 1960)

45 Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.

Todos sabemos que este versículo es parte de la historia de David y Goliat, historia que ya conocemos y de la cual hemos reflexionado anteriormente. Hoy quiero tocar específicamente este momento tan especial en el cual David se encontraba ya frente a frente con su enemigo. Quiero que te fijes con la autoridad que David le habló a su enemigo, le habló con toda la autoridad dada por el Dios de los escuadrones de Israel. El Gran Yo Soy.

David era un hijo de Dios, un joven que adoraba y amaba a su Dios por sobre todas las cosas, con un corazón dispuesto a hacer su voluntad. ¿Sabes tú cuál es la diferencia entre tú y David? Ninguna. El mismo poder y la misma autoridad que tenía David, la tienes tú por ser hijo de Dios. Esto significa que no importa cuán grande sea tu enemigo tienes el poder que te ha sido dado al ser hecho un hijo del Gran Yo Soy.

Cuando David enfrentó a su enemigo lo hizo con autoridad, pues él sabía que contaba al cien por ciento con el respaldo de su Dios e inmediatamente le lanzó la piedra, lo tumbó al piso y se le paró encima. Su enemigo quedó justamente debajo de la planta de su pie.

Durante todos los procesos que he tenido que pasar en mi vida he visto como Dios ha abierto puertas de bendición y oportunidades para realizar el llamado que él me ha hecho en el ministerio. De la misma manera también he visto como nuestro mayor enemigo, Satanás, se ha levantado furioso a tratar de derribarme, desanimarme y obstruir el propósito de Dios en mi vida. En todas estas ocasiones me he apoderado del poder que tengo como hija del Gran Yo Soy y le he hablado con autoridad a mi enemigo, lanzándole la piedra y pisándolo quedando aplastado debajo de mis pies, lugar donde claro está le corresponde estar.

Dice la Palabra de Dios en Efesios 6:12 “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Nuestro enemigo anda como León rugiente buscando devorarnos y mientras más trabajamos para el Reino de Dios, más se enoja y más nos ataca y créame que siempre nos ataca por donde más nos duele. Pero, ¿qué vamos a hacer nosotros como hijos de Dios que somos? ¿Lo vamos a dejar salirse con la suya o le vamos a hablar con autoridad para rápidamente tirarle la piedra? Hoy fue un día de guerra en mi vida y en la de seres muy queridos y especiales en mi vida y como guerreros que somos decidimos hablarle con autoridad a nuestro enemigo, lanzarle la piedra y colocarlo bajo la planta de nuestros pies.

Cristo nos dio la autoridad en la cruz del Calvario. Somos hijos del Gran Yo Soy y Satanás no tiene parte ni suerte con nosotros. Podrá creer que nos tiene amedrentados, nos podrá hacer sentir angustiados, pero ante todos estos sentimientos humanos, sabemos que nuestra mirada está puesta en Aquel que nos dio la victoria en la cruz.

El plan de Dios se cumplirá en tu vida le guste o no a tu enemigo. Levanta tu voz en adoración a nuestro Salvador (eso debilita a nuestro enemigo), ora y reclama tu poder y autoridad, declara con tu boca que en Cristo Jesús eres más que vencedor, párate firme, camina hacia la línea de batalla, coge tu piedra y derriba a tu enemigo que en el nombre de Jesús ya está debajo de las plantas de tus pies. Dios te bendice.

Por: Enid Damaris Zamora ©

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