jueves, 1 de octubre de 2009

¿Por Qué?

Jeremías 29:11

Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.

Recuerdas cuando eras niño, seguramente volvías locos a tus padres preguntando una y mil veces ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Muchas veces te contestaron pacientemente pero imagino que muchas otras contestaron ¡Porque sí y ya! La contestación no era la mejor pero tal vez te tranquilizaba la curiosidad por un par de minutos.

Ahora de adultos aún queremos saber el por qué de todo. Nos ocurre algo y rápidamente preguntamos a Dios ¿Por qué a mí?, sufrimos por algún motivo y nuevamente preguntamos a Dios ¿Por qué yo? Claro después de todos los por qué, entonces nos enfocamos y dirigimos nuestras fuerzas en solucionar aquello que nos ocurre o nos preocupa.

Detente, ¿Sabes que Dios tiene un propósito para tu vida?, ¿Sabes que tú vives en el pensamiento de Dios y que estás en su corazón? Todo cuanto nos ocurre tiene un propósito. Propósito que no podemos ver porque la situación o problema nos angustia tanto que simplemente nos ciega y no nos permite ver el ahora de Dios para nuestras vidas.

En la Universidad un Profesor siempre nos decía que no podemos solucionar nuestros problemas, hasta que nos salgamos de el y lo miremos desde afuera, sin apasionamientos y sin sentimientos. Hoy, yo digo que no podemos solucionar nuestros problemas hasta que nos salgamos de el y se lo entreguemos verdaderamente a Dios, permitiéndole a Él ser el centro de nuestras vidas y que nos dirija para que a través de su Espíritu Santo todo se solucione a favor de nosotros los hijos de Dios.

El Salmista en el Salmo 43, versículo 5 nos dice ¿Por qué te abates, OH alma mía y por qué te turbas dentro de mí? Ves, nuevamente un por qué, seguramente el salmista estaba pasando por un terrible momento, no encontraba paz en medio de tanta angustia. Muy probablemente el momento era uno malo, pero inmediatamente en ese mismo versículo el salmista reconoce que en Dios está su esperanza y nos dice “Espera en Dios, porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. No se acostó en su cama a llorar y a lamentarse, reconoció que Dios era su salvación, que pacientemente esperaría en Jehová y que Él ya estaba atento a su súplica y clamor. No valía la pena abatirse, angustiarse o sufrir amargamente. No valía la pena turbarse, como ocurre muchas veces cuando estamos en necesidad, tristeza o dolor. Lo que sí valía la pena en tiempos del salmista y aún en nuestros tiempos es mirar fijamente a Dios, creyendo en sus promesas y confiando que todo está en el propósito de Dios para nuestras vidas. Reconociendo que nuestra esperanza y salvación está en Dios.

El ser creyentes no te exime de sufrimientos, no te va a librar de la traición o el dolor, pero sabes lo que parezca difícil, doloroso o terrible, será de bendición para tu vida si lo pones todo en las manos de Dios. Todas las experiencias vividas ayudarán a formar tu carácter y serán de testimonio para tu vida, porque esas marcas son tu testimonio de la fidelidad y el amor de Dios.

Se que también has tenido momentos de terrible dolor, de angustia y traición. Probablemente te has preguntado ¿Por qué te abates OH alma mía? Muchas veces tratas de pensar en otras cosas, de desviar tus pensamientos y mirada del problema o situación, pero por tus propias fuerzas no podrás lograrlo. En momentos como este, al igual que el salmista, vuelve tu mirada hacia Dios y repite a viva voz este salmo de esperanza “Espera en Dios, porque aún he de alabarle salvación mía y Dios mío”, ¡Aleluya!

Recuerda que:
¨ Dios está contigo.
¨ Dios te ama con amor eterno.
¨ Jehová va contigo, para pelear por ti, contra vuestros enemigos, para salvaros.
¨ Dios va como poderoso gigante delante de ti.
¨ Bueno y justo es Jehová.
¨ En Dios haremos proezas, y Él hollará a nuestros enemigos.
¨ Jehová es mi fortaleza y escudo.
¨ Dios desea que seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma.
¨ A Jehová clamamos y Él nos sana.

Si hacemos nuestras todas estas aseveraciones viviremos confiados plenamente en Dios, sabiendo y entendiendo que pase lo que pase Dios está y estará a nuestro lado en todo momento y tornará todo a nuestro favor. Vivir por vivir no vale la pena, vivir para Dios, entregarnos al servicio y formar nuestro carácter a través del proceso es servir a Dios en espíritu y verdad.

Rinde tu situación a Dios, entrégale todo cuanto de preocupa y ocupa. Clama a Él y vive confiado en las promesas que Dios les ha dado a sus hijos. Vive sirviendo en la Casa y a tu prójimo, declara a tu enemigo vencido y derrotado y coloca sobre tu cabeza manto de alegría por cuanto Dios tiene el control de todo.


¡Seas grandemente Bendecido!


Por: Débora E. Portalatín Rosario ©

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.