sábado, 11 de julio de 2009

Ungiendo los pies del Maestro



Jesús en el hogar de Simón el fariseo

36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. 37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; 38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. 39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. 40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. 41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; 42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? 43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. 44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. 45 No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. 46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. 47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. 48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. 49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? 50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz. Lucas 7:36-50



Que hermoso es saber que Jesús nos ama tal cual somos. Cada vez que leo en la Biblia una historia como esta mi corazón se conmueve y se desborda en agradecimiento. Cuando los demás nos juzgan y nos persiguen y no nos reciben tal cual somos, Jesús está listo a amarnos y perdonarnos.


A esta mujer le importó poco en casa de quién o con quién estaba Jesús. Ella sólo anhelaba encontrar al Maestro, servirle y recibir su perdón ofreciéndole al Señor todo el amor que tenía, es por eso que Jesús le contesta al fariseo, que mucho se le perdonó, por cuanto mucho amor le brindó al Señor. El farisero no pudo discernir lo que allí estaba pasando, pues estaba pendiente a las apariencias y los protocolos y se olvidó de ver quién realmente era ese hombre al cual él mismo le había rogado que fuera a su casa a comer.


Me imagino la experiencia de adoración tan hermosa que tuvo aquella mujer. Ella se humilló y reconoció sus pecados y reconoció que la salvación había llegado a su vida. Ella reconoció que Aquel hombre era el Señor, el que la amaba, comprendía y perdonaba y miraba sólo su corazón, pues él sabía que aquellas lágrimas eran de arrepentimiento genuino y de agradecimiento.


Nuestro Dios es un Dios de amor y misericordia y un Dios de oportunidades. No importa cual sea tu condición, él está dispuesto a amarte y perdonarte. Te invito a que hagas lo que hizo esta mujer, reconoce al Salvador en tu vida, adórale, unge los pies del maestro con una adoración genuina que suba hasta su trono como olor fragante. Si te encuentras afligido, derrama tus lágrimas sobre sus pies como lo hizo aquella mujer y recibe su amor, recibe su consuelo y recibe su perdón. De la misma manera que por fe aquella mujer fue libre y perdonada, así mismo, por fe puedes alcanzar su misericordia y su perdón y recibir su paz. Dios te bendice.


Enid Damaris Zamora ©


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