lunes, 27 de julio de 2009

Poniéndome mi Armadura


Efesios 6:10-20 (Reina-Valera 1960)


La armadura de Dios


10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. 11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. 13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. 14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, 15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. 17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; 18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; 19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, 20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.

Dios desea que seamos siempre vencedores. Pablo nos enseña en este pasaje de Efesios cómo debe ser un buen soldado cristiano y qué compone la armadura del mismo. Nosotros como hijos de Dios y soldados de su ejército no podemos utilizar cualquier armadura. Nuestro Dios ha diseñado para nosotros una armadura especial con la cual nunca perderemos una batalla siempre y cuando la llevemos completa.


Nuestra armadura es la Armadura de Dios, la cual nos llena del poder y la fuerza de nuestro Dios, es una armadura de fortaleza espiritual para poder vencer las artimañas del enemigo. Nuestro mayor enemigo es Satanás, el envía sus potestades a atacarnos, por lo tanto dice esta palabra que nuestra lucha no es contra sangre y carne, osea, otro ser humano, sino contra las huestes espirituales del enemigo. Un verdadero soldado del ejército de Dios, es valiente. El enemigo busca en todo momento intimidarnos y amedrentarnos, pero si llevamos nuestra armadura bien puesta jamás nos podrá derrotar.


El primer paso como soldado de Dios es andar en verdad, firme y en justicia. Debemos estar dispuestos a dispersar su evangelio y predicar la paz de nuestro Dios . Nuestro escudo es nuestra fe, mientras mantengamos nuestra mirada puesta en nuestro Dios, no habrá dardo del enemigo que pueda tocarnos. Nuestro yelmo o casco es la salvación que hemos adquirido por la sangre de Cristo la cual nos limpia y purifica de todo pecado. Nuestra arma para derrotar y aplastar a nuestro enemigo es nuestra espada, la cual lo es la Palabra de Dios.


Además de esta armadura es necesario que como soldados mantengamos una rutina de ejercicios la cual sería la oración y el velar en todo tiempo, clamando a nuestro Dios el cual nos sostiene. Así que si estás pasando por un desierto y sientes que no tienes las armas necesarias para enfrentar a tus enemigos, te invito a que te unas al ejército de nuestro Señor y te pongas Su armadura. El enemigo no tendrá parte ni suerte contigo y no habrá dardo de fuego que te pueda traspazar.

Dios te bendice.


Enid Damaris Zamora ©

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