viernes, 19 de junio de 2009

Una Oración Sencilla


“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.” Mateo 6:9-13


En muchas ocasiones he escuchado personas decir que no saben cómo hablar con Dios, no saben orar. También he oído personas que hacen oraciones tan extensas que pierden hasta el sentido y la esencia de lo que realmente desean expresarle a Dios. En la Palabra de Dios, Jesús da un ejemplo de lo que es una oración sencilla pero clara y directa. El mismo Jesús les dice a sus discípulos que cuando oren lo hagan en privado, a solas y en intimidad con Dios. Jesús les dice que para orar no es necesario usar muchas palabras y repetir lo mismo una y otra vez, pues antes de que le pidamos, ya él conoce cuáles son nuestras necesidades.


Jesús les enseñó una simple oración en la cual encontramos primeramente que se comienza adorando y reconociendo que él es santo y verdadero. Luego reconocemos en la oración que él es nuestro rey y que debemos obedecerle aquí en la tierra como se le obedece en el cielo. Luego de adorarle y reconocer su majestad, entonces procedemos a pedirle que nos supla todo lo que necesitamos durante el día. Le pedimos perdón por el mal que hayamos hecho de la misma manera que perdonamos a los que nos hacen mal a nosotros. Por último le pedimos que nos aparte del mal, que cuando vengan las pruebas y las situaciones difíciles, éstas no nos aparten de él, y que nos ayude a librarnos del enemigo.


Hablar con Jesús es hablar con nuestro mejor amigo, ese en el cual tenemos toda nuestra confianza y le contamos todo lo que nos sucede. Es hablar con nuestro Padre, ese que nos ama y nos protege cuando nos sentimos tristes y afligidos.
Es hermoso comenzar nuestra oración en adoración a él reconociendo su grandeza y agradeciendo todo lo que somos y poseemos. Recordemos siempre que él conoce nuestros corazones. Dios te bendice.

Por: Enid Damaris Zamora ©

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