sábado, 20 de junio de 2009

Sólo Dios Conoce Nuestro Corazón



"Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y poniéndola en medio le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio, y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú pues, ¿Qué dices?. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. Pero ellos, al oir esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más."
Juan 8: 3,4,5,7,9 y 10
En la vida, a consecuencia de nuestra naturaleza humana y pecaminosa, cometemos un sin número de errores y pecados por los cuales podríamos ser señalados y juzgados por otras personas que radicalmente y en una forma fácil y ligera, levantan sus manos y nos señalan con sus dedos de una manera inmisericordiosa.

Pero Jesús, al igual que estuvo con esta mujer, también está con nosotros, para recordarles que todos somos pecadores y que es él, el único que conoce realmente lo que hay en nuestro corazón. Él sabía el estado de humillación en el cual se encontraba aquella mujer y simplemente miró su corazón y le brindó amor y perdón. Ese mismo Jesús sigue hoy día junto a nosotros amándonos y perdonándonos.

Mantengamos nuestra mirada en él, quién es el único que realmente conoce los corazones, quien nos mira con amor y misericordia y nos lleva día a día en sus brazos de amor. É es quien levanta nuestras cabezas en frente de nuestros enemigos y de aquellos que nos juzgan y señalan y es él quien al humillarnos ante él, nos levanta y nos enaltece para SU GLORIA Y HONRA.

Si estás en la posición de aquella mujer, puedes venir confiado y recibir el amor y el perdón de Cristo quien sana tus heridas, y si estás o has estado en la posición de los escribas y fariseos, recibe también el perdón y el amor de Cristo y recuerda que es él quien conoce el corazón. Dios te bendice.


Por: Enid Damaris Zamora ©

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